miércoles, 25 de septiembre de 2013

CREAR, CREAR... PARA PODER AVANZAR

Dicen los y las que saben un poco de estas cosas que para salir de la apatía y del hastío que nos producen estos horrorosos y pelmas tiempos de crisis necesitamos ser creativ@s. Pero esto no implica sacar los caballetes y hacer retratos de gatitos, o al menos no sólo eso. Dicen, y también lo digo yo,  que debemos levantar el culo del sofá y buscar caminos nuevos, aventuras por vivir, libros por escribir.

Que es momento de cambio, pero en positivo, que el futuro es nuestro y está aún por decidir. Por eso no es de extrañar que haya quien se despierte una mañana y se disponga sin pereza a comenzar de nuevo, sin desandar lo andado, pero con energías renovadas.

Me pasman y maravillan cada día ejemplos de personas que deciden reinventarse. Literalmente. Amas de casa transformadas en taxistas y conductoras de autobús, topógrafos cocineros, mujeres jóvenes polivalentes que lo mismo te limpian un portal que matan un cerdo, ingenieros viajeros, electricistas que montan muebles de IKEA… y un larguísimo etcétera lleno de mentes maravillosas que deciden tirar pá lante, haciendo gala de un fuerte optimismo y una gran serenidad.

Siempre es bueno y vigorizante echar un vistazo alrededor. A ver si se nos pega algo de ese entusiasmo creativo. ¿Y si fuera contagioso?

Pero a veces una se levanta del sofá y no sabe por dónde empezar. Con muchos planes e ideas en la cabeza, pero sin ganas de nada ni materia prima que las acompañe. Y ahí llega el vértigo maldito. Y el miedo. La montaña rusa de la vida amenaza con no sólo hacerte vomitar, sino lanzarte al infinito, al más puro estilo Apolo.

Pasito a pasito.

Hay quien da un paso al frente y decide volver a estudiar. Hay quien se recicla en otra nueva profesión. Hay quienes invierten todo lo que tienen en un proyecto que les dé de comer. Hay, sin embargo, quien revisa su vida, su existencia, y le gusta lo que ve. Pero le apetece probar algo nuevo. Otro pasito más. Y así, paso a paso, siendo creativos, avanzamos, caminamos. Somos más felices cada día. Porque estamos creando.

Da ese paso al frente. ¿Cómo lo ves?

Me gusta pensar que este nuestro mundo se está llenando de gente cada vez más creativa, que se va inventando nuevas maneras no de sobrevivir, sino de vivir, de estar satisfechos y plenos como personas y ciudadanos. Me gusta pensar que no vamos por la vida sin más, que algún día dejaremos de quejarnos porque todo va de culo y levantaremos el nuestro para echar un cable a esta sociedad desganada y enfadada, indignada pero sin fuelle.

Son pequeños gestos en nuestro día a día, actos creativos que generan un cambio, que marcan la diferencia entre la desgana y las ganas: un hobby nuevo, una cita que nunca llegaba, ese idioma que tanto anhelabas hablar, la guitarra que cogía polvo en la esquina, el empleo que te has inventado y has creado a tu medida, el papel de las paredes, un viaje con billete de ida…

La creatividad nos da alas, nos hace más libres, da forma a nuestros sueños e ideas más profundas... Así que no esperes a mañana. Hoy es el día en que empieza tu aventura. Busca un espacio, un momento y ¡¡déjate llevar!!


Crear, crear… crear sin parar. 




Os dejo un vídeo muy interesante que puede arrojar un poco más luz...





viernes, 26 de julio de 2013

DE CÓMO DRAMATIZAR EN CONDICIONES

Debo reconocer antes que nada que soy bastante dada al drama y a la melancolía… o eso dicen. Debe de ser esto de vivir en un otoño constante, con excepciones soleadas aquí y allá. A pesar de ser una buscadora de sol compulsiva, la melancolía me gana a veces la partida y me gusta dejarme llevar, por qué no.

Hoy, por ejemplo, me he despertado con el firme propósito de hacerme bicho-bola en el sofá y dejarme hacer, dejar que pasen las horas sin más y amanecer mañana, confiando en que Lorenzo se haya despertado de una vez y me regale un poco de energía.

Y es que nunca he entendido la necesidad que tiene la gente de intentar animarte cuando tienes una mierda de día o la Ley de Murphy se instala en tu vida. “Venga, mujer, anímate.” ¡Basta ya!

En realidad nada es tan grave como para querer levantarme y andar. Las cosas realmente duras de la vida te empujan hacia delante inevitablemente, son las más nimias y petardas las que te  inmovilizan y perturban hasta el punto de encerrarte en tu mazmorra particular. Una pelea, una mala palabra, estrés por el curro de turno, estrés por no tener curro, la familia que invade y asfixia, un amor que quieres dar por olvidado, pero que acude a tu vida cada año para que nunca olvides que existió. Son esas cosas las que nos piden drama a gritos.

Volvamos al encierro voluntario. Para empezar necesitas una mazmorra. Todos tenemos una. Es ese espacio particular y secreto que te hace sentirte lejos de todo, lejos del mundo. Ese lugar que no compartirías con nadie ni en caso de ataque nuclear. Es tuyo. Y es tan importante y especial precisamente porque no lo conoce nadie, nadie podría acceder a él sin un pase VIP. ¡Qué a gustito!

Una vez has encontrado tu mazmorra, que nada te impida encerrarte en ella. Anula citas, compromisos y quedadas. La soledad va a ser tu aliada, nadie más está invitado. Es tu día, o tu rato.

Rodéate de recuerdos, de todo aquello que haga que las emociones salgan, te invadan y puedas regodearte a gusto en ellas: tristeza, amor, decepción, venganza, odio, rencor, dolor, lucha, lágrimas. Que todo eso sea parte de ti por este rato, no bloquees, no reprimas, no pienses. Deja que salga y te envuelva, créeme, todo es curativo, todo es parte de ti. Sólo tienes que parar de controlarlo todo, de controlarte. Llora, grita, duerme, ríe… Vete sintiendo y nombrando lo que te hace sentir.

El tiempo lo decides tú, de ti depende que el drama dure más o menos. Deja que sea tu piel la que hable, tu corazón el que diga “ya pasó”.

Poco a poco, vete dejando que tu mente vuelva a ser tuya, que las emociones dejan de tener el control y que vuelves a ser tú, plena, feliz, tranquila.

Ha llegado el momento de terminar, y esto es muy importante: es fundamental que la vida no sea un drama, sino que el drama sea una parte de la vida. Temporal. Catártico. Revitalizante.

¿Cómo te sientes? Probablemente hecha mierda, pero pasará. Ahora toca seguir, cerrar con llave la mazmorra y salir a la vida, volver a poner en marcha la agenda y el reloj. Pero ahora, sin ninguna duda, caminas sin cargas, porque lo has dejado todo fuera de ti. ¡Eres libre!

Hay veces en la vida en que no sabemos si reír o llorar, si lo que nos pasa está en nuestra cabeza o de verdad existió, si vivimos una realidad o una fantasía, si tenemos razones para estar o sentirnos de una determinada manera. Y nos dejamos convencer de que lo mejor es seguir para adelante, sin más. ¡¡NO!!

Son estos momentos de drama queen los que nos dan la vida, los que nos limpian por dentro para estar limpios por fuera. Y quien diga lo contrario miente. O no siente, que es peor. Hay que dejar que las emociones broten, ponerles nombre y vivirlas, porque si no corremos el enorme riesgo de que se hagan bola dentro de nosotros y nos asfixien, no nos dejen vivir.

Os invito de verdad a que probéis, pongáis la alarma en el despertador, bajéis las persianas si es necesario, pongáis el cd más doloroso que tengáis, cantéis entre lágrimas, rompáis fotos, insultéis, pataleéis, comáis chocolate hasta reventar y cuando suene el reloj, os sintáis dueños de vosotros mismos, tranquilos y libres.


Funciona. ¿A qué esperáis, reyes del drama?

domingo, 2 de junio de 2013

DE CÓMO SALVAR EL MUNDO CON UN ABRAZO

Hay personas que nunca abrazan, y otras que nunca son abrazadas. Me pregunto por qué…

Si nos paramos a calcular el tiempo que dedicamos a quejarnos, refunfuñar, hacer cuentas que no salen, insultar o criticar al vecino, resulta prácticamente imposible que podamos hacer nada más. Ni siquiera comer. Y mucho menos querer, sentir, besar…abrazar.

A mí me encanta dar abrazos. Mejor aún, achuchar y que me achuchen.

Me encantan esos abrazos de oso hasta la asfixia, de los que te dejan sin aliento y que te duran horas y horas cuando ya se han terminado.

Los abrazos pasionales, que arrastran, transportan y te hacen volar. 

Me gustan mucho también los abrazos que nacen de un reencuentro o de una gran noticia, con saltitos y grititos adolescentes incluidos. 

También son geniales los abrazos tímidos, pero que nacen de dentro, de esos en los que la otra persona se acerca como un gatito ronroneante y acaba envolviéndose en ti, sin manos. 

Y cómo olvidar los abrazos de confort, los que surgen de un gran momento de dolor, abren los brazos, envuelven y aprietan fuerte contra el pecho, cerrándose al mundo y haciendo que todo se desvanezca. 

Hasta los abrazos sociales, los que se dan por compromiso, de medio lado, sientan bien.

¡Y es que es tanto el bien que te puede hacer un abrazo!

Un abrazo tiene el mágico poder de parar el tiempo. Sí, sí, de verdad. ¿No te ha pasado nunca? ¿Nunca has estado a punto de perder un autobús por culpa de un abrazo y misteriosamente el chófer seguía esperándote? ¿No has sentido que el mundo dejaba de girar mientras tú te sumías en un abrazo infinito?

Un abrazo puede curar una herida. Sólo vete a un parque y espera. En cinco segundos oirás a un niño llorar con la rodilla rasguñada. Espera otros cinco segundos, un abrazo curará esa herida. Y no hablemos de las heridas más profundas del alma… Milagroso.

Los abrazos hacen maletas. Como lo oyes. Y si no que se lo digan a mi amiga, que después de meter 15 pares de calcetines y sólo dos bragas para una estancia indeterminada en una nueva vida, descubrió que era tan sencillo como dejarse abrazar.

Un abrazo puede además salvar vidas. Literalmente. (lee la noticia que está pegada en la columna de la izquierda y lo averiguarás)

Un abrazo cambia el look. La persona más fea y siniestra se convierte en un ángel tras el efecto de un buen abrazo. Demostrado.

Un abrazo aprueba los exámenes más difíciles y estresantes. Haz la prueba: suelta el boli, levántate y abraza a tu compañero de estudio. Aprobáis fijo, es un hecho.

Y así podríamos seguir eternamente enumerando los poderes sanadores de un abrazo. Pero prefiero dejar que lo descubras día a día, achuchón a achuchón…

Ahora cierra los ojos e imagínate dando un abrazo. ¿A quién se lo das? ¿Sabe rico?

Esto me lleva a los abrazos que cambian vidas. O mejor dicho, la manera en que enfrentamos la vida. Me explico. Nos pasamos, repito, demasiado tiempo quejándonos, odiando, lamentando cosas. Propongo que en lugar de eso, abracemos a nuestros enemigos externos e internos. Estoy últimamente entrando en una fase tentadoramente reconciliatoria y me ha dado por abrazar interiormente a tod@s mis ex amig@s (término que, por cierto, causa mucha risa, no sé por qué). Y estoy pensando seriamente en hacer un tour y dedicarme a abrazarles de verdad. Sería desconcertantemente relajante y sanador, no tengo la más mínima duda. Pero mientras me decido, me conformo con hacerlo mentalmente. Te invito a que pruebes, mal no te hará, y quizá te funcione.

Ahí va un ejemplo:



¡Ah! Y nunca olvides abrazarTE, envolverte, quererte. Reconocer en ti lo positivo, transformar lo negativo en cenizas y darte un achuchón reconciliatorio. 

Y cuando termines, celébralo abrazando a todo el que tengas cerca, especialmente a quien no te lo pida. Olvídate de miedos, distancias interpersonales y movidas mentales.  Llena el mundo de energía positiva en forma de abrazo.

Porque la vida es una abrazo continuo, ¿no lo ves?


Yo sí, y además tengo la gran suerte de tener achuchadores profesionales disponibles a diario. Wow!!

domingo, 5 de mayo de 2013

SOBRE LOS LAZOS


Es maravilloso tener un calendario plagadito de días para celebrar: el Día de la Tierra, el Día del marciano, el de la patata, la remolacha, el Día del Niño, el de la Mujer… ¡y el de la Madre!

Hay quien dice que no es necesario que nadie marque una fecha para que nos queramos más, incluso los hay que hacen de esto una cruzada anticapitalista, por aquello de las comparas, los regalos por compromiso, el marketing, etc.

Yo, sin embargo, disfruto como una loca. Me encanta celebrar, buscar excusas para juntarse, comer a lo loco y reír en buena compañía… Y sobre todo, me encanta celebrar lazos.

Y de eso quería yo hablar… De los lazos que nos unen, no de los que nos atan.

Porque no hay lazo más fuerte que el de la maternidad. Traer a otro ser a este mundo, acompañarle desde sus primeros pasos, observar, guiar, caminar junto a ese ser que es parte de ti. Fascinante.

Genera en mí una sensación de terror placentero. Me explico: miedo a todo lo que rodea a ese nuevo ser, a hacer las cosas mal, a equivocarse, a que le pase algo… pero placer por descubrir, sentir ese amor tan profundo, ser responsable y acompañante. Fascinantemente aterrador.

Y es que nos aterroriza, pero en realidad nos pasamos toda la vida creando lazos. Desde nuestros primeros segundos en este mundo estamos enlazándonos: con nuestra familia, nuestros primeros compañeros de cole, de parque, de natación, de la academia, del equipo de fútbol. Con las vecinas, los amigos de la familia… ¡y así por un millón!

Una vez que un lazo es creado, la persona queda tocada para siempre, y para siempre es esa relación que se crea, porque de una manera u otra, y pese a que las personas pasan por nuestras vidas y se van, siempre dejan algo suyo en nosotros. Como dice el zorro del Principito, si domesticas a alguien, ya eres para siempre responsable de él.



Pero cuidadín, cuidadín, porque hay quien puede entender que domesticar implica cambiar, modelar, moldear, hacer de la otra persona lo que quiero que sea… ¡¡¡¡¡NOOOOO!!!!!

Domesticar es amar, compartir la vida, caminar juntos. Lazos, no cadenas.

Las cadenas atan, asfixian, hacen enloquecer y crean dependencia, que no es sino una manera enferma de querer. Las personas se unen las unas a las otras, no se encadenan. Se unen mediante lazos de amistad, de amor, de vida compartida, de risas e independencia, de libertad. 

Escucha este cuento:




Comparte tu vida, ábrete, domestica sin pudor, quiere con locura... Suelta tus cadenas. Mantén los nudos de tus lazos de manera que no te impidan caminar, no te impidan ser libre, ser TÚ. 

Y nunca olvides que formas parte de la vida de otras muchas personas. Sin cadenas.

domingo, 28 de abril de 2013

CÓMO SER UN@ MISM@ Y NO MORIR EN EL INTENTO


Llevo varios días, semanas más bien, intentando ponerme en otra piel, sobreviviendo podríamos decir, rodeada de lobos con piel de cordero. Extraña experiencia ha sido…

Es curioso observar cómo, pasado un tiempo intentando adaptarme a una situación nueva, corro el riesgo de convertirme en algo que no soy, en empezar a pensar y sentir diferente, casi sin darme cuenta. Podríamos llamarlo supervivencia, ya os digo. Pero yo prefiero llamarlo estupidez, error.

¿Quién no ha entrado en un sitio nuevo intentando aparentar algo que no es? ¿Habéis participado alguna vez en una conversación con opiniones muy lejanas a las vuestras propias, por intentar encajar? Esto suena a adolescentes, a chavalines, pero muchas veces somos los propios adultos los que nos ponemos una máscara, bien de trabajo, o social, para encajar, para amortiguar posibles golpes de desprecio, o simplemente para embaucar y llevarnos a alguien a nuestro terreno.

Vivimos rodeados de ruido, en un mundo globalizado que nos empuja a seguir al rebaño, a opinar igual que el vecino, a comprar lo que no necesitamos y acabamos pensando que es vital, indispensable. Esto también ocurre en nuestro día a día.

No perdamos la cabeza, que sólo tenemos una… No podemos confundir saber estar con dejar de ser, y convertirnos en autómatas, robots que siguen la corriente, que no piensan, que caminan si rumbo, que siguen al de delante aunque les lleve directamente al río más profundo. Y no hay río más peligroso que el de la estupidez y el sinsentido.

Debemos dar sentido a nuestra vida, nuestros pensamientos y nuestros actos. Encontrar lo que nos mueve y motiva y seguir esa senda, y no la marcada por la sociedad, el entorno, los demás.

Hace unos días conocí a un ser magnífico, así, de casualidad. Me dirigí a él con mi máscara amable, y digo máscara porque no era un día muy amable para mí, y él comenzó un discurso auténtico, sin disfraz. Son muchas las cosas que me dijo, divagando como si estuviera solo, bajo mi atenta mirada, incapaz yo de mover los labios, despojada ya de mi antifaz. Debemos ser auténticos, me decía, luchar por lo que es justo, pelear con la mejor arma que tenemos: nosotros mismos. Son tiempos malos, debemos sobrevivir sin artificios, con la verdad.

Así que lo dejé con su verdad, y sintiéndome un poco más libre. Con ganas de desnudarme del todo y volver a mirar de verdad, con mis propios ojos.


Pero no confundamos ser uno mismo con no cambiar…

Tenemos que evolucionar, seguir trabajando por limar nuestras asperezas interiores, aspirar a nuestro bienestar interior, dejando atrás lo que nos pesa y duele y conquistar nuevos yos que nos hagan sentir plenamente. 

Pero sin perder nunca de vista que el verdadero ser que somos está dentro de nosotros… y no usa máscara.