Llevo varios días, semanas más bien, intentando
ponerme en otra piel, sobreviviendo podríamos decir, rodeada de lobos con piel
de cordero. Extraña experiencia ha sido…
Es curioso observar cómo, pasado un tiempo
intentando adaptarme a una situación nueva, corro el riesgo de convertirme en
algo que no soy, en empezar a pensar y sentir diferente, casi sin darme cuenta.
Podríamos llamarlo supervivencia, ya os digo. Pero yo prefiero llamarlo
estupidez, error.
¿Quién no ha entrado en un sitio nuevo intentando
aparentar algo que no es? ¿Habéis participado alguna vez en una conversación
con opiniones muy lejanas a las vuestras propias, por intentar encajar? Esto
suena a adolescentes, a chavalines, pero muchas veces somos los propios adultos
los que nos ponemos una máscara, bien de trabajo, o social, para encajar, para
amortiguar posibles golpes de desprecio, o simplemente para embaucar y
llevarnos a alguien a nuestro terreno.
Vivimos rodeados de ruido, en un mundo globalizado
que nos empuja a seguir al rebaño, a opinar igual que el vecino, a comprar lo
que no necesitamos y acabamos pensando que es vital, indispensable. Esto también
ocurre en nuestro día a día.
No perdamos la cabeza, que sólo tenemos una… No
podemos confundir saber estar con dejar de ser, y convertirnos en autómatas,
robots que siguen la corriente, que no piensan, que caminan si rumbo, que
siguen al de delante aunque les lleve directamente al río más profundo. Y no
hay río más peligroso que el de la estupidez y el sinsentido.
Debemos dar sentido a nuestra vida, nuestros
pensamientos y nuestros actos. Encontrar lo que nos mueve y motiva y seguir esa
senda, y no la marcada por la sociedad, el entorno, los demás.
Hace unos días conocí a un ser magnífico, así, de casualidad.
Me dirigí a él con mi máscara amable, y digo máscara porque no era un día muy
amable para mí, y él comenzó un discurso auténtico, sin disfraz. Son muchas las
cosas que me dijo, divagando como si estuviera solo, bajo mi atenta mirada,
incapaz yo de mover los labios, despojada ya de mi antifaz. Debemos ser
auténticos, me decía, luchar por lo que es justo, pelear con la mejor arma que
tenemos: nosotros mismos. Son tiempos malos, debemos sobrevivir sin artificios,
con la verdad.
Así que lo dejé con su verdad, y sintiéndome un poco
más libre. Con ganas de desnudarme del todo y volver a mirar de verdad, con mis
propios ojos.
Pero no confundamos ser uno mismo con no cambiar…
Tenemos que evolucionar, seguir trabajando por limar
nuestras asperezas interiores, aspirar a nuestro bienestar interior, dejando
atrás lo que nos pesa y duele y conquistar nuevos yos que nos hagan sentir
plenamente.
Pero sin perder nunca de vista que el verdadero ser que somos está
dentro de nosotros… y no usa máscara.
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