miércoles, 25 de septiembre de 2013

CREAR, CREAR... PARA PODER AVANZAR

Dicen los y las que saben un poco de estas cosas que para salir de la apatía y del hastío que nos producen estos horrorosos y pelmas tiempos de crisis necesitamos ser creativ@s. Pero esto no implica sacar los caballetes y hacer retratos de gatitos, o al menos no sólo eso. Dicen, y también lo digo yo,  que debemos levantar el culo del sofá y buscar caminos nuevos, aventuras por vivir, libros por escribir.

Que es momento de cambio, pero en positivo, que el futuro es nuestro y está aún por decidir. Por eso no es de extrañar que haya quien se despierte una mañana y se disponga sin pereza a comenzar de nuevo, sin desandar lo andado, pero con energías renovadas.

Me pasman y maravillan cada día ejemplos de personas que deciden reinventarse. Literalmente. Amas de casa transformadas en taxistas y conductoras de autobús, topógrafos cocineros, mujeres jóvenes polivalentes que lo mismo te limpian un portal que matan un cerdo, ingenieros viajeros, electricistas que montan muebles de IKEA… y un larguísimo etcétera lleno de mentes maravillosas que deciden tirar pá lante, haciendo gala de un fuerte optimismo y una gran serenidad.

Siempre es bueno y vigorizante echar un vistazo alrededor. A ver si se nos pega algo de ese entusiasmo creativo. ¿Y si fuera contagioso?

Pero a veces una se levanta del sofá y no sabe por dónde empezar. Con muchos planes e ideas en la cabeza, pero sin ganas de nada ni materia prima que las acompañe. Y ahí llega el vértigo maldito. Y el miedo. La montaña rusa de la vida amenaza con no sólo hacerte vomitar, sino lanzarte al infinito, al más puro estilo Apolo.

Pasito a pasito.

Hay quien da un paso al frente y decide volver a estudiar. Hay quien se recicla en otra nueva profesión. Hay quienes invierten todo lo que tienen en un proyecto que les dé de comer. Hay, sin embargo, quien revisa su vida, su existencia, y le gusta lo que ve. Pero le apetece probar algo nuevo. Otro pasito más. Y así, paso a paso, siendo creativos, avanzamos, caminamos. Somos más felices cada día. Porque estamos creando.

Da ese paso al frente. ¿Cómo lo ves?

Me gusta pensar que este nuestro mundo se está llenando de gente cada vez más creativa, que se va inventando nuevas maneras no de sobrevivir, sino de vivir, de estar satisfechos y plenos como personas y ciudadanos. Me gusta pensar que no vamos por la vida sin más, que algún día dejaremos de quejarnos porque todo va de culo y levantaremos el nuestro para echar un cable a esta sociedad desganada y enfadada, indignada pero sin fuelle.

Son pequeños gestos en nuestro día a día, actos creativos que generan un cambio, que marcan la diferencia entre la desgana y las ganas: un hobby nuevo, una cita que nunca llegaba, ese idioma que tanto anhelabas hablar, la guitarra que cogía polvo en la esquina, el empleo que te has inventado y has creado a tu medida, el papel de las paredes, un viaje con billete de ida…

La creatividad nos da alas, nos hace más libres, da forma a nuestros sueños e ideas más profundas... Así que no esperes a mañana. Hoy es el día en que empieza tu aventura. Busca un espacio, un momento y ¡¡déjate llevar!!


Crear, crear… crear sin parar. 




Os dejo un vídeo muy interesante que puede arrojar un poco más luz...





viernes, 26 de julio de 2013

DE CÓMO DRAMATIZAR EN CONDICIONES

Debo reconocer antes que nada que soy bastante dada al drama y a la melancolía… o eso dicen. Debe de ser esto de vivir en un otoño constante, con excepciones soleadas aquí y allá. A pesar de ser una buscadora de sol compulsiva, la melancolía me gana a veces la partida y me gusta dejarme llevar, por qué no.

Hoy, por ejemplo, me he despertado con el firme propósito de hacerme bicho-bola en el sofá y dejarme hacer, dejar que pasen las horas sin más y amanecer mañana, confiando en que Lorenzo se haya despertado de una vez y me regale un poco de energía.

Y es que nunca he entendido la necesidad que tiene la gente de intentar animarte cuando tienes una mierda de día o la Ley de Murphy se instala en tu vida. “Venga, mujer, anímate.” ¡Basta ya!

En realidad nada es tan grave como para querer levantarme y andar. Las cosas realmente duras de la vida te empujan hacia delante inevitablemente, son las más nimias y petardas las que te  inmovilizan y perturban hasta el punto de encerrarte en tu mazmorra particular. Una pelea, una mala palabra, estrés por el curro de turno, estrés por no tener curro, la familia que invade y asfixia, un amor que quieres dar por olvidado, pero que acude a tu vida cada año para que nunca olvides que existió. Son esas cosas las que nos piden drama a gritos.

Volvamos al encierro voluntario. Para empezar necesitas una mazmorra. Todos tenemos una. Es ese espacio particular y secreto que te hace sentirte lejos de todo, lejos del mundo. Ese lugar que no compartirías con nadie ni en caso de ataque nuclear. Es tuyo. Y es tan importante y especial precisamente porque no lo conoce nadie, nadie podría acceder a él sin un pase VIP. ¡Qué a gustito!

Una vez has encontrado tu mazmorra, que nada te impida encerrarte en ella. Anula citas, compromisos y quedadas. La soledad va a ser tu aliada, nadie más está invitado. Es tu día, o tu rato.

Rodéate de recuerdos, de todo aquello que haga que las emociones salgan, te invadan y puedas regodearte a gusto en ellas: tristeza, amor, decepción, venganza, odio, rencor, dolor, lucha, lágrimas. Que todo eso sea parte de ti por este rato, no bloquees, no reprimas, no pienses. Deja que salga y te envuelva, créeme, todo es curativo, todo es parte de ti. Sólo tienes que parar de controlarlo todo, de controlarte. Llora, grita, duerme, ríe… Vete sintiendo y nombrando lo que te hace sentir.

El tiempo lo decides tú, de ti depende que el drama dure más o menos. Deja que sea tu piel la que hable, tu corazón el que diga “ya pasó”.

Poco a poco, vete dejando que tu mente vuelva a ser tuya, que las emociones dejan de tener el control y que vuelves a ser tú, plena, feliz, tranquila.

Ha llegado el momento de terminar, y esto es muy importante: es fundamental que la vida no sea un drama, sino que el drama sea una parte de la vida. Temporal. Catártico. Revitalizante.

¿Cómo te sientes? Probablemente hecha mierda, pero pasará. Ahora toca seguir, cerrar con llave la mazmorra y salir a la vida, volver a poner en marcha la agenda y el reloj. Pero ahora, sin ninguna duda, caminas sin cargas, porque lo has dejado todo fuera de ti. ¡Eres libre!

Hay veces en la vida en que no sabemos si reír o llorar, si lo que nos pasa está en nuestra cabeza o de verdad existió, si vivimos una realidad o una fantasía, si tenemos razones para estar o sentirnos de una determinada manera. Y nos dejamos convencer de que lo mejor es seguir para adelante, sin más. ¡¡NO!!

Son estos momentos de drama queen los que nos dan la vida, los que nos limpian por dentro para estar limpios por fuera. Y quien diga lo contrario miente. O no siente, que es peor. Hay que dejar que las emociones broten, ponerles nombre y vivirlas, porque si no corremos el enorme riesgo de que se hagan bola dentro de nosotros y nos asfixien, no nos dejen vivir.

Os invito de verdad a que probéis, pongáis la alarma en el despertador, bajéis las persianas si es necesario, pongáis el cd más doloroso que tengáis, cantéis entre lágrimas, rompáis fotos, insultéis, pataleéis, comáis chocolate hasta reventar y cuando suene el reloj, os sintáis dueños de vosotros mismos, tranquilos y libres.


Funciona. ¿A qué esperáis, reyes del drama?

domingo, 2 de junio de 2013

DE CÓMO SALVAR EL MUNDO CON UN ABRAZO

Hay personas que nunca abrazan, y otras que nunca son abrazadas. Me pregunto por qué…

Si nos paramos a calcular el tiempo que dedicamos a quejarnos, refunfuñar, hacer cuentas que no salen, insultar o criticar al vecino, resulta prácticamente imposible que podamos hacer nada más. Ni siquiera comer. Y mucho menos querer, sentir, besar…abrazar.

A mí me encanta dar abrazos. Mejor aún, achuchar y que me achuchen.

Me encantan esos abrazos de oso hasta la asfixia, de los que te dejan sin aliento y que te duran horas y horas cuando ya se han terminado.

Los abrazos pasionales, que arrastran, transportan y te hacen volar. 

Me gustan mucho también los abrazos que nacen de un reencuentro o de una gran noticia, con saltitos y grititos adolescentes incluidos. 

También son geniales los abrazos tímidos, pero que nacen de dentro, de esos en los que la otra persona se acerca como un gatito ronroneante y acaba envolviéndose en ti, sin manos. 

Y cómo olvidar los abrazos de confort, los que surgen de un gran momento de dolor, abren los brazos, envuelven y aprietan fuerte contra el pecho, cerrándose al mundo y haciendo que todo se desvanezca. 

Hasta los abrazos sociales, los que se dan por compromiso, de medio lado, sientan bien.

¡Y es que es tanto el bien que te puede hacer un abrazo!

Un abrazo tiene el mágico poder de parar el tiempo. Sí, sí, de verdad. ¿No te ha pasado nunca? ¿Nunca has estado a punto de perder un autobús por culpa de un abrazo y misteriosamente el chófer seguía esperándote? ¿No has sentido que el mundo dejaba de girar mientras tú te sumías en un abrazo infinito?

Un abrazo puede curar una herida. Sólo vete a un parque y espera. En cinco segundos oirás a un niño llorar con la rodilla rasguñada. Espera otros cinco segundos, un abrazo curará esa herida. Y no hablemos de las heridas más profundas del alma… Milagroso.

Los abrazos hacen maletas. Como lo oyes. Y si no que se lo digan a mi amiga, que después de meter 15 pares de calcetines y sólo dos bragas para una estancia indeterminada en una nueva vida, descubrió que era tan sencillo como dejarse abrazar.

Un abrazo puede además salvar vidas. Literalmente. (lee la noticia que está pegada en la columna de la izquierda y lo averiguarás)

Un abrazo cambia el look. La persona más fea y siniestra se convierte en un ángel tras el efecto de un buen abrazo. Demostrado.

Un abrazo aprueba los exámenes más difíciles y estresantes. Haz la prueba: suelta el boli, levántate y abraza a tu compañero de estudio. Aprobáis fijo, es un hecho.

Y así podríamos seguir eternamente enumerando los poderes sanadores de un abrazo. Pero prefiero dejar que lo descubras día a día, achuchón a achuchón…

Ahora cierra los ojos e imagínate dando un abrazo. ¿A quién se lo das? ¿Sabe rico?

Esto me lleva a los abrazos que cambian vidas. O mejor dicho, la manera en que enfrentamos la vida. Me explico. Nos pasamos, repito, demasiado tiempo quejándonos, odiando, lamentando cosas. Propongo que en lugar de eso, abracemos a nuestros enemigos externos e internos. Estoy últimamente entrando en una fase tentadoramente reconciliatoria y me ha dado por abrazar interiormente a tod@s mis ex amig@s (término que, por cierto, causa mucha risa, no sé por qué). Y estoy pensando seriamente en hacer un tour y dedicarme a abrazarles de verdad. Sería desconcertantemente relajante y sanador, no tengo la más mínima duda. Pero mientras me decido, me conformo con hacerlo mentalmente. Te invito a que pruebes, mal no te hará, y quizá te funcione.

Ahí va un ejemplo:



¡Ah! Y nunca olvides abrazarTE, envolverte, quererte. Reconocer en ti lo positivo, transformar lo negativo en cenizas y darte un achuchón reconciliatorio. 

Y cuando termines, celébralo abrazando a todo el que tengas cerca, especialmente a quien no te lo pida. Olvídate de miedos, distancias interpersonales y movidas mentales.  Llena el mundo de energía positiva en forma de abrazo.

Porque la vida es una abrazo continuo, ¿no lo ves?


Yo sí, y además tengo la gran suerte de tener achuchadores profesionales disponibles a diario. Wow!!

domingo, 5 de mayo de 2013

SOBRE LOS LAZOS


Es maravilloso tener un calendario plagadito de días para celebrar: el Día de la Tierra, el Día del marciano, el de la patata, la remolacha, el Día del Niño, el de la Mujer… ¡y el de la Madre!

Hay quien dice que no es necesario que nadie marque una fecha para que nos queramos más, incluso los hay que hacen de esto una cruzada anticapitalista, por aquello de las comparas, los regalos por compromiso, el marketing, etc.

Yo, sin embargo, disfruto como una loca. Me encanta celebrar, buscar excusas para juntarse, comer a lo loco y reír en buena compañía… Y sobre todo, me encanta celebrar lazos.

Y de eso quería yo hablar… De los lazos que nos unen, no de los que nos atan.

Porque no hay lazo más fuerte que el de la maternidad. Traer a otro ser a este mundo, acompañarle desde sus primeros pasos, observar, guiar, caminar junto a ese ser que es parte de ti. Fascinante.

Genera en mí una sensación de terror placentero. Me explico: miedo a todo lo que rodea a ese nuevo ser, a hacer las cosas mal, a equivocarse, a que le pase algo… pero placer por descubrir, sentir ese amor tan profundo, ser responsable y acompañante. Fascinantemente aterrador.

Y es que nos aterroriza, pero en realidad nos pasamos toda la vida creando lazos. Desde nuestros primeros segundos en este mundo estamos enlazándonos: con nuestra familia, nuestros primeros compañeros de cole, de parque, de natación, de la academia, del equipo de fútbol. Con las vecinas, los amigos de la familia… ¡y así por un millón!

Una vez que un lazo es creado, la persona queda tocada para siempre, y para siempre es esa relación que se crea, porque de una manera u otra, y pese a que las personas pasan por nuestras vidas y se van, siempre dejan algo suyo en nosotros. Como dice el zorro del Principito, si domesticas a alguien, ya eres para siempre responsable de él.



Pero cuidadín, cuidadín, porque hay quien puede entender que domesticar implica cambiar, modelar, moldear, hacer de la otra persona lo que quiero que sea… ¡¡¡¡¡NOOOOO!!!!!

Domesticar es amar, compartir la vida, caminar juntos. Lazos, no cadenas.

Las cadenas atan, asfixian, hacen enloquecer y crean dependencia, que no es sino una manera enferma de querer. Las personas se unen las unas a las otras, no se encadenan. Se unen mediante lazos de amistad, de amor, de vida compartida, de risas e independencia, de libertad. 

Escucha este cuento:




Comparte tu vida, ábrete, domestica sin pudor, quiere con locura... Suelta tus cadenas. Mantén los nudos de tus lazos de manera que no te impidan caminar, no te impidan ser libre, ser TÚ. 

Y nunca olvides que formas parte de la vida de otras muchas personas. Sin cadenas.

domingo, 28 de abril de 2013

CÓMO SER UN@ MISM@ Y NO MORIR EN EL INTENTO


Llevo varios días, semanas más bien, intentando ponerme en otra piel, sobreviviendo podríamos decir, rodeada de lobos con piel de cordero. Extraña experiencia ha sido…

Es curioso observar cómo, pasado un tiempo intentando adaptarme a una situación nueva, corro el riesgo de convertirme en algo que no soy, en empezar a pensar y sentir diferente, casi sin darme cuenta. Podríamos llamarlo supervivencia, ya os digo. Pero yo prefiero llamarlo estupidez, error.

¿Quién no ha entrado en un sitio nuevo intentando aparentar algo que no es? ¿Habéis participado alguna vez en una conversación con opiniones muy lejanas a las vuestras propias, por intentar encajar? Esto suena a adolescentes, a chavalines, pero muchas veces somos los propios adultos los que nos ponemos una máscara, bien de trabajo, o social, para encajar, para amortiguar posibles golpes de desprecio, o simplemente para embaucar y llevarnos a alguien a nuestro terreno.

Vivimos rodeados de ruido, en un mundo globalizado que nos empuja a seguir al rebaño, a opinar igual que el vecino, a comprar lo que no necesitamos y acabamos pensando que es vital, indispensable. Esto también ocurre en nuestro día a día.

No perdamos la cabeza, que sólo tenemos una… No podemos confundir saber estar con dejar de ser, y convertirnos en autómatas, robots que siguen la corriente, que no piensan, que caminan si rumbo, que siguen al de delante aunque les lleve directamente al río más profundo. Y no hay río más peligroso que el de la estupidez y el sinsentido.

Debemos dar sentido a nuestra vida, nuestros pensamientos y nuestros actos. Encontrar lo que nos mueve y motiva y seguir esa senda, y no la marcada por la sociedad, el entorno, los demás.

Hace unos días conocí a un ser magnífico, así, de casualidad. Me dirigí a él con mi máscara amable, y digo máscara porque no era un día muy amable para mí, y él comenzó un discurso auténtico, sin disfraz. Son muchas las cosas que me dijo, divagando como si estuviera solo, bajo mi atenta mirada, incapaz yo de mover los labios, despojada ya de mi antifaz. Debemos ser auténticos, me decía, luchar por lo que es justo, pelear con la mejor arma que tenemos: nosotros mismos. Son tiempos malos, debemos sobrevivir sin artificios, con la verdad.

Así que lo dejé con su verdad, y sintiéndome un poco más libre. Con ganas de desnudarme del todo y volver a mirar de verdad, con mis propios ojos.


Pero no confundamos ser uno mismo con no cambiar…

Tenemos que evolucionar, seguir trabajando por limar nuestras asperezas interiores, aspirar a nuestro bienestar interior, dejando atrás lo que nos pesa y duele y conquistar nuevos yos que nos hagan sentir plenamente. 

Pero sin perder nunca de vista que el verdadero ser que somos está dentro de nosotros… y no usa máscara.

miércoles, 10 de abril de 2013

DE CÓMO SOBREVIVIR EN UN MUNDO LLENO DE GENTE



Me encanta la gente. Me encantan sus cosas, su risa, su llanto, su alegría y su tristeza.

Me encanta escuchar, callarme y dejar que me cuenten y luego contar yo también, compartir.

Me encanta vivir entre gente, empaparme de gritos y alboroto, de conversaciones ajenas y robadas, o de otras privadas y en la intimidad.

Una cosa que me gusta mucho de las personas es su inmensa capacidad para volverse loca, comerse la cabeza y hacerse pajas mentales. Me resulta fascinante, sobre todo en esos días en que el mundo parece volverse loco, la comida está a precio de oro, los políticos y demás profesionales variados se empeñan en defender lo indefendible y tú no puedes dejar de pensar en los kilos que te sobran, en que el bikini no te va a caber y en que tu amiga del alma ayer se empeñó en recordártelo. ¡Puta!

Fascinante, lo que os digo.

Hace bien poquito, en una de mis múltiples conversaciones vagabundas (de esas que empiezan comentando la gala de Gran Hermano y terminan allá por la Grecia Antigua), una amiga me preguntaba, ilusa ella, cómo puede una conseguir que no le afecte lo que los demás le digan o le hagan. En una palabra, conseguir pasar y ser feliz.  Cómo enfrentarse cada día a los lobos y sentirse bien con ellos y con una misma. Casi nada.

Yo me trasladé mentalmente a mis años universitarios, a aquellos días en los que intentaba absorber algo de conocimiento entre risas y palmeras de chocolate y recordé a un viejo profesor, de esos sabios. Pero sabio de verdad. De los que enseñan psicología de la que se puede usar, de la que cambia nuestras actitudes y nuestra manera de ver la vida, el mundo y nuestras relaciones personales. Solía decirnos que no nos sentimos bien o mal por algo que nos ocurra o por algo que otra persona nos haga o nos diga, sino por cómo interpretamos esos acontecimientos.

Por ejemplo: mi amiga del alma insinúa que el chocolate ha conseguido que mi bikini no me entre. Vamos, que estoy demasiado gorda para ese bikini. Ante eso, pueden ocurrir dos cosas: que yo monte en cólera porque mi amiga me ha llamado gorda, me lo tome como un insulto y me cabree monumentalmente con ella, la destierre y empiece a ir en traje de neopreno a la playa. O puedo simplemente asumir el comentario como lo que es: un comentario. He engordado y el bikini me queda pequeño, o me compro otro o me pongo en modo Operación Bikini.

Conclusión: la primera interpretación me hace desgraciada, me bloquea, paraliza y aísla. La segunda me mueve al cambio, a sentirme bien y me deja el camino libre a que sea feliz conmigo misma y mi amiga.

Lo más importante es distinguir entre lo que me ha ocurrido, dicen o hacen los demás y lo que yo hago con ello.  La clave está en cómo yo interpreto la situación.

Ya os he dicho que era un profesor muy sabio.

Nuestro día a día está lleno de ejemplos como este, cosas muy pequeñas o exageradamente grandes, que nos van comiendo por dentro hasta que creemos que no podemos hacer nada por cambiar o mejorar. Pero el cambio está ahí, dentro de nosotros mismos, al alcance de nuestra mano.

Os dejo un vídeo muy revelador, de otra persona sabia de verdad. Hay personas que dicen que leer su libro les cambió la vida… ;))




No he respondido todavía a mi amiga. Pero cuando la vea le diré que desde mi punto de vista, la verdadera sabiduría reside en no comerse la cabeza, encontrar lo que te hace verdaderamente feliz y a gusto y desechar lo que no. ¿A que sí, profesor?

martes, 2 de abril de 2013

SOBRE EL AUTISMO, MÁS ALLÁ DE LA FICCIÓN


Hace muchos años vi una película que me sorprendió. Dos hermanos, uno muy guapo y elegante y otro no tanto, hacían un viaje. El guapo parecía querer mucho al que no lo era tanto y el otro, a su vez, parecía molesto y nervioso. En mitad del viaje deciden parar en uno de esos bares de carretera de las pelis americanas donde la camarera, casi siempre rubia y vestida de rosa al estilo enfermera de los 50, te rellena una y otra vez la taza con un líquido que se parece más a un flash de coca cola que a café. En fin, al grano. En esas están los hermanos cuando algo ocurre y cae al suelo, creo recordar, una caja de palillos. Sólo transcurren unos segundos y el hermano no tan guapo, pero igual de famoso, eso sí, dice en voz alta el número de palillos que hay en el suelo. ¿Cómo te quedas? Así me quedé yo.

A lo largo de mi vida profesional he tenido la gran suerte de volver a cruzarme con personas con autismo, esta vez sin una pantalla de por medio. Pura realidad. Es este un mundo muy desconocido aún para muchos, y también para mí, por ser tan complejo y variado, infinitamente individual. La mayor dificultad que trae consigo es la de entender un mundo, una realidad vital, que les es ajena e intimidante, y que les lleva a vivir dentro de un universo propio, creado a medida. Por ello, la manera de comunicarse y relacionarse es única e individual, los mecanismos para entender el mundo e interactuar con él deben ser aprendidos y pautados.

Y yo me pregunto: en un mundo en constante cambio y movimiento, lleno de ruidos, en el que lo diferente es censurado y se premia lo homogéneo, el rebaño, el ser igual que el vecino, ¿dónde quedan nuestras características peculiares e individuales? ¿Cuál es el lugar para la persona con autismo, para su propia visión del universo humano y social, para su bienestar? ¿Hacemos lo suficiente por acoger, crear espacios, recursos? ¿Respetamos la diversidad de nuestra sociedad, de nuestras escuelas, de nuestros recursos sociales?

Me gustaría pensar que sí, como optimista incurable que soy y quiero ser, pero la realidad se impone. Ni Rainman tuvo su lugar en el mundo ni lo tendrán miles de personas con las mismas características si no luchamos por dar a conocer sus historias, sus necesidades, sus dificultades y dones.

Hoy, 2 de abril, se dedica el día a este colectivo. Para pensar, recordar, obtener fondos, investigar, crear conciencia… y yo me uno a este movimiento de vida, junto con tantas otras personas, familias, profesionales y seres humanos que respetan y buscan la igualdad en la diversidad.


Pincha en el siguiente enlace y que este maravilloso corto sirva de ejemplo para que conozcas más el autismo y su realidad.
                                                    EL VIAJE DE MARÍA

miércoles, 27 de marzo de 2013

DEL MIEDO AL ADIÓS



Siempre he pensado que una de las cosas más difíciles en la vida es despedirse. Una nunca sabe ni cómo ni cuándo hacerlo…

Empiezas por levantarte, carraspeas, expresas tu intención de empezar a marcharte, pero a veces cualquier excusa es buena para demorar la marcha un poquito más. Ocurre muchas veces cuando estás a gusto que en realidad no quieres irte, simplemente intentas ser educada por si la otra persona quiere marcharse o tiene otro plan,  o por darle la oportunidad de invitarte a quedarte más rato.

Hay personas que se despiden deprisa y corriendo. Las admiro. Agarran el bolso y, de la misma forma que llegan, se van. Sin dejar ni rastro de su paso por nosotros. Insisto, las admiro profundamente. Como una pequeña brisa que mueve las cortinas, pero las deja imperturbables. Así, sin más, sin dolor, sin pena ni gloria.

Hay otro tipo de personas que merodean, alargan la despedida, se van y vuelven corriendo, entre lágrimas, suplicando no tenerse que ir tan pronto. Poco se plantean si merece la pena o no quedarse, es tan terrible el dolor de la separación que prefieren dejar pasar las horas y los días. Acumulan citas, agendas, arrastran…

Pero las hay también que miden sus tiempos, saben exactamente cuándo toca llegar, a qué hora es la despedida y cómo decir adiós dejando su marca incorporada, y llevándose mucho en su partida. Con un montón de recuerdos en la maleta y lágrimas en los tacones, se alejan con la plena satisfacción de que la visita ha sido placentera, plena. La anticipación de un posible reencuentro no ensombrece la marcha, ni deja ventanas abiertas que duelen. Son personas que aman y viven a cada paso, sin preguntas, sin esperar respuestas, saben que todo irá bien, que el fin llegó porque debía llegar. Conocen su destino y, si no, tiran de mapas.

¿Cuál de estas personas eres tú?




Es, sin duda, muy difícil decir adiós, dejar marchar, marcharse… Duele, amenaza con hundir nuestro universo particular, asfixia, nos mutila el alma y el corazón. Pero, ¿y si le diéramos la vuelta? ¿Y si significara el comienzo de algo mejor, una nueva oportunidad de reencontrarnos?

 Como ocurre con los cambios inesperados, el final de una etapa o de un ciclo vital supone el comienzo de uno nuevo. Supone una crisis vital que desgarra, pero también que da paso, regala…

Decir adiós no me gusta, me asusta, me hace temblar de pies a cabeza. Suena y huele a lágrimas, pero reconforta. Sería terrible no despedirse jamás de aquello que nos oprime. Como caminar arrastrando kilos y kilos de peleas, reproches, desamor, jefes insufribles, pérdidas dramáticas. No nos dejarían avanzar, el peso sería insoportable.

A veces me siento a pensar en todo aquello que he ido dejando atrás. Puedo aún sentir en mi carne el desgarro, la angustia del después. Pero en el ahora, doy gracias cada día por haber sido valiente, por serlo a cada paso de mis nuevos caminos que voy creando. Doy gracias por quienes me acompañaron en cada despedida, enfundada en unas grandes gafas de sol que ocultaran el miedo, como una gran barrera que lo apartara de mí. Gracias porque lo que me ha ido deparando cada adiós ha sido mejor y mejor.

Porque incluso las cosas que nos hicieron felices un día pueden entristecer hasta nuestro días más soleados. Sólo tenemos una vida, la que vivimos ahora, cuídala. Cuídate. Di adiós. Estrecha tu mano, aprieta y suelta…





martes, 19 de marzo de 2013

DEL AMOR EN TIEMPOS DE CRISIS


Ay, el amor…

El paterno, el eterno, el compañero. El pasajero, el duradero, el rencoroso, el pegajoso. El pasional, el vengativo, el compartido. El fraterno, el materno, el frustrado, el soñado. El regalado, el inventado, el descolocado, el desubicado. El que no falla, el que te engaña, el que te llama, el que te extraña.

Amor a uno mismo, amor al vecino, amor al trabajo, amor sin retraso. Amor de siempre, amor de nunca, amores que duelen, amores que curan. Amor a gritos, amor reñido, amor a solas, amor que toca. Amor que ríe, amor que llora, amor que agota, amor que brota. Amor con mayúsculas, amor de burbuja, amor pegatina, amor que te irrita.

Amamos, lloramos, reímos, soñamos. Queremos, odiamos, besamos, llamamos.

Y es que hay tantas clases de amor, tantas formas de amar… No sólo el amor de pareja, el amor carnal, entra en nuestras almas y nos hace seres plenos. Un gesto, una palabra, una sonrisa, nos pueden hacer sentir genial y crecer como personas que somos, seres que aman y son amad@s.

De todas las definiciones de la palabra amor, me quedo, sin duda alguna, con esta: sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

Pero la pregunta es: ¿Podríamos cambiar el mundo sólo con el amor?

Mi respuesta: podemos intentarlo.

Me gusta el amor. Me gusta pensarlo, me gusta imaginarme que tiene un millón de caras diferentes cada día, cada minuto. Me gusta observar a la gente y pensarles queriendo, amando. Me gusta sentir que hay una fuerza que nos rodea, que nos inunda, que llena el mundo y el universo y que esa fuerza puede contagiarse y hacernos cada vez más humanos, con más fuerza para enfrentarnos a lo que quiera que nos deparen los días.

No es fácil imaginarse un mundo en el que sea un sentimiento el que maneje los hilos, pero hasta ahora muchos lo han intentando sin amor y han fracasado. Fracasan. Estrepitosamente. Se olvidan de lo importante, del ser humano que habita dentro y que tiene inclinación a entregarse. 

Nos olvidamos todos los días de sonreír, de hacer la vida más agradable al que tenemos al lado: a la señora que va en el metro y tiene ganas de cháchara, al niño pequeño que juega a gritos en la mesa de al lado, al cliente que alarga los minutos en el mostrador porque nadie le espera en casa, al abuelo que pasa las horas en un banco esperando que alguien elija el mismo destino, al funcionario molesto que sueña con visitar el Caribe… Y así hasta un millón de historias distintas, historias de vida y aún sin vivir que podemos endulzar y llenar de color. Y de amor.

Es un sueño mío, lo sé, y puede sonar cursi, utópico y hasta tópico, pero me gusta pensar que es un sueño de muchos que, como yo, desean un cambio, pero no uno de esos que duelen y fortalecen, sino de los que hay que provocar. Ya es hora de regalar sonrisas, de hacer reír al compañero malhumorado, a la vecina petarda y al bebé llorón del cuarto. Es tiempo de despertar y llenar el mundo de amor.

Empieza por quererte, por aceptarte, por verte como eres y aceptarte. Los granos, la celulitis y el mal humor también forman parte de ti. Abrázate y dile a tu imagen en el espejo el maravilloso ser que eres. Llena la casa de post-it con todas tus cualidades positivas, tus virtudes, tus dones. Descubre tus puntos oscuros y tíralos a la basura, junto con el odio, el resentimiento y las ganas de rendirte.

Es hora de regalar vida a borbotones, risa y alegría. Ya es tiempo de querer, de olvidar lo feo y buscar la armonía, la convivencia sana y libre.

Es el tiempo del amor en tiempos de crisis.

No porque hoy toque, o sea 14 de febrero, sino porque el mundo necesita de tu abrazo. Y tú también.





martes, 12 de marzo de 2013

ENFRENTARSE AL CAMBIO


El cambio… los cambios inesperados, inoportunos, dolorosos y puñeteros. Cuando menos te lo esperas, la vida se te vuelve del revés y ya no hay marcha atrás. Ahí te quedas, como un pasmarote, sin saber si reír o llorar, deseando que te trague la tierra o que alguien venga en tu rescate. Cierras y abres los ojos con la esperanza de que haya sido un sueño, un mal sueño, que tu vida sigue igual, que sigues siendo la misma, que nada ha cambiado. Gritas, lloras, pataleas. Nada. Caminas en círculos, inspeccionando el camino que tantas veces recorriste, pero no encuentras la salida, todo ha cambiado. Nada es igual.


       Y un día te despiertas y te das cuenta de que eres tú quien debe ponerse en marcha. Que eres tú la que es dueña de tu vida, de tu nuevo camino. Emprendes el viaje, asustada, sin saber hacia dónde vas, pero con ilusión, con alma aventurera. 


      Cansada de gritar y patalear, de quejarte y echar la culpa al mundo de tus desgracias, decides por fin acoger el cambio, ese cambio puñetero que te regala la gran oportunidad de hacer lo que quieras, lo que sueñes, lo que planees. Sin miedo, con esperanza y alegría. Decides acoger el cambio, ese cambio inesperado e inoportuno que hoy te brinda nuevos proyectos, nuevos rumbos. Ayer fue tu enemigo, hoy es tu gran aliado y compañero de viaje. ¡Adelante!



PARA MUESTRA, UN BOTÓN... 
Os dejo un vídeo que me resultó estimulante. En un mundo que se está volviendo triste y desolado, nunca está de más que haya personas que nos empujen a coger carrerilla... y volar!!!